
Studio Ghibli y la inteligencia artificial: una fantasía con tintes polémicos
Las imágenes al estilo Studio Ghibli están conquistando Instagram, Facebook y X, pero no provienen del pincel de Hayao Miyazaki, sino del nuevo generador de imágenes de ChatGPT (GPT-4o). Esta herramienta de inteligencia artificial ha desencadenado una ola de contenido que imita la estética mágica del legendario estudio japonés.
Lejos de desaparecer, la moda Ghibli se ha reinventado: ahora cualquiera puede transformar sus fotos en escenas de película por tan sólo 150 pesos en Marketplace de Facebook, aunque paradójicamente, el mismo resultado puede obtenerse de forma gratuita desde ChatGPT.
El negocio está en marcha, aprovechando que muchas personas no saben utilizar estas herramientas, no tienen tiempo o simplemente prefieren pagar a alguien más por el trabajo. Así, la inteligencia artificial se convierte en puente entre la nostalgia por el arte animado tradicional y la inmediatez del contenido digital.
Un legado mágico ¿Usurpado por la IA?
Studio Ghibli, fundado en 1985 por Hayao Miyazaki, Isao Takahata y Toshio Suzuki, es sinónimo de arte, poesía visual y narrativa profunda. Con títulos como Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro o La princesa Mononoke, su sello es inconfundible: mundos oníricos, personajes entrañables y un estilo de animación que trasciende generaciones.
Ahora, ese mismo estilo es replicado por una IA que aplica un “filtro Ghibli” a cualquier imagen. ¿El problema? Estas creaciones no tributan ni rinden homenaje económico a los artistas originales. La situación plantea dudas serias sobre los derechos de autor, el respeto por la obra artística y los límites de la tecnología creativa.

El propio Hayao Miyazaki fue tajante al respecto:
“Nunca querría integrar esta tecnología en mi obra. Creo firmemente que es un insulto a la vida misma”.
Y agregó:
“Tengo la impresión de que nos acercamos al fin de los tiempos. Los humanos estamos perdiendo la confianza en nosotros mismos”.
Frente a un panorama donde se pueden generar caricaturas en segundos, surgen preguntas importantes: ¿se está devaluando el trabajo artístico? ¿Qué pasará con los animadores que pasan años perfeccionando su técnica, en condiciones muchas veces precarias? Japón, de hecho, ya enfrenta una escasez de animadores cualificados, y la IA parece agravar este problema.
La cara oculta: el impacto ambiental de generar imágenes con IA
Pero la polémica no termina en lo artístico. Pocas personas se detienen a pensar en el costo ambiental que implica generar estas imágenes tan encantadoras. Sí, incluso esa adorable versión Ghibli de tu perro tiene un precio ecológico.
Detrás de cada imagen generada, hay servidores que consumen grandes cantidades de agua para evitar el sobrecalentamiento. Según datos del Departamento de Energía de EE.UU., el uso de energía por parte de centros de datos de IA podría triplicarse para 2028.
Por ejemplo, el entrenamiento del modelo GPT-3 consumió 5.4 millones de litros de agua, de los cuales 700,000 litros fueron destinados únicamente a refrigeración. En términos más comprensibles: generar una sola imagen con IA puede requerir entre 2 y 5 litros de agua, el equivalente a una botella de refresco grande. Hacer un pack de 10 imágenes puede compararse con el consumo de una ducha rápida.
Con esto, la IA se suma a industrias como la agricultura o la manufactura en su alta demanda hídrica, algo que podría generar tensiones en regiones donde el agua es un recurso escaso.
El fenómeno de las imágenes estilo Studio Ghibli generadas por IA es fascinante, sí, pero no exento de preguntas éticas y medioambientales. Lo que parece ser una simple moda en redes sociales nos obliga a pensar:
¿Qué estamos sacrificando por la inmediatez visual?
La magia del cine animado no sólo está en su estética, sino también en el tiempo, el cuidado y el alma que los artistas le imprimen a cada fotograma. Tal vez, en esta era digital, el verdadero reto sea encontrar un equilibrio entre la innovación tecnológica y el respeto por la creación humana y el planeta.