
De la risa a la controversia: el episodio que encendió las redes
Todo iba viento en popa para Las Alucines, el exitoso pódcast mexicano conducido por Lupita Villalobos y Quesito (Kass Quezada), hasta que un episodio reciente encendió la conversación en redes. ¿La razón? Veinte minutos dedicados a una promoción comercial desataron una oleada de críticas, poniendo en duda la autenticidad del contenido y cuestionando su compromiso con la audiencia. Pero, ¿realmente hicieron algo mal?
Desde su lanzamiento en 2024, Las Alucines ha conquistado a más de un millón de seguidores con un estilo fresco, provocador y lleno de complicidad. Sus historias —una mezcla ingeniosa entre lo real y lo ficticio— han hecho que muchos se identifiquen con ellas y otros simplemente no puedan dejar de escucharlas. Su éxito no ha sido casual: se debe a una fórmula única basada en la autenticidad y el humor sin filtros.
Sin embargo, el reciente episodio publicitario dejó al descubierto un problema mayor: la desconexión entre algunas marcas y los creadores de contenido con los que deciden colaborar. Aunque el tono irreverente de Las Alucines nunca ha sido un secreto, el hecho de incluir una publicidad extensa generó reacciones encontradas. ¿Se vendieron? ¿Se traicionó la esencia del pódcast? O, más bien, ¿fallaron las marcas al no entender con quién estaban trabajando?

Este escándalo dice más sobre cómo operan las marcas que sobre las propias creadoras. Muchas veces se priorizan las métricas —seguidores, vistas, viralidad— sin detenerse a analizar si el mensaje, el tono y los valores coinciden con los del creador. El resultado: colaboraciones forzadas, expectativas mal gestionadas y campañas que terminan siendo percibidas como intrusivas o desconectadas.
El error no fue la publicidad, sino cómo se manejó y cómo fue percibida. Algunas marcas aún no comprenden que los creadores no son simples plataformas de difusión: son voces con credibilidad, con un estilo propio y, sobre todo, con una relación de confianza con su comunidad. Esa confianza se rompe fácilmente cuando una campaña se siente impostada o ajena al contenido habitual.
Una colaboración exitosa entre marca y creador requiere coherencia, respeto por la autenticidad y libertad creativa. Las campañas que realmente funcionan son aquellas en las que el mensaje fluye con naturalidad, se integra al estilo del creador y aporta valor a su audiencia.
En un entorno digital cada vez más saturado, la publicidad que no se adapta se vuelve ruido. Y en ese ruido, los juicios son rápidos y muchas veces injustos. Las marcas deben comprender que ya no basta con aparecer: hay que conectar, y para eso se necesita algo más que cifras. Se necesita empatía, visión y una verdadera alianza con quienes tienen la atención del público.
Porque los creadores no son vallas publicitarias; son mediadores culturales. Y cuando se les respeta y se les entiende, la magia sucede. Pero cuando se les usa sin comprensión, la polémica está garantizada.